¿Pueden existir conflictos de interés entre las empresas y sus “dueños”?

 

Hace dos meses aproximadamente tuve la oportunidad de asesorar a los socios de una empresa en el sector de medios de comunicación. La situación que dio lugar a la necesidad de contar con asesoría financiera era el evaluar la posibilidad de atraer a un inversionista o posiblemente que los socios actuales vendieran la totalidad de las acciones de la compañía. La situación en la que la empresa se encontraba era bastante delicada lo cuál hacía difícil la posibilidad de incorporar un nuevo socio o lograr su venta en condiciones satisfactorias para todos los involucrados.

 

Cuando hablamos de accionistas, en especial en el contexto de empresas pequeñas o medianas, usualmente nos referimos a ellos como “dueños”. Esto se debe, pienso, al hecho de que la mayoría de empresas pequeñas o medianas son el fruto de la visión, esfuerzo y dedicación de una o de un grupo reducido de personas que deciden emprender un proyecto empresarial. La persona o grupo de personas que con gran inversión de tiempo, esfuerzo y dinero logran crear un negocio que se sostiene en el tiempo se consideran a si mismas como los “dueños” del mismo y esto les confiere un sentido de control y empoderamiento. Este sentido de pertenencia puede tener un impacto muy profundo en la forma en que se toman decisiones importantes. Los “dueños” pueden caer en el error de pensar que las empresas que lideran son simplemente una extensión de si mismos y que aquello que los beneficia a ellos, finalmente beneficia también al negocio o no tiene un impacto sobre él. Esto rara vez es el caso.

 

Efectivamente puede llegar a existir verdaderos conflictos de interés entre los “dueños” y las empresas. Y cuando los accionistas son también los administradores, la posibilidad de que el negocio sufra por decisiones sesgadas es sumamente alta.

 

Regresamos al caso con el que inició esta nota.

 

Entre el cierre fiscal 2015 y 2016, la empresa experimentó un incremento muy importante en sus ingresos (aproximadamente 20%). Dado los resultados comerciales tan positivos, el optimismo con relación al desarrollo futuro de la empresa era alto en ese momento. Los “dueños”, considerando que este nuevo nivel de ingresos representaría la condición de la operación en el futuro, tomaron la decisión de incrementar los gastos fijos de la empresa. Entre estos gastos fijos se encontraban comisiones a ser pagadas a los propios socios por sus labores gerenciales dentro de la organización.

 

El año fiscal 2016 cerró con gastos fijos que superaban en 40% los incurridos el año anterior. Claramente el incremento en el gasto no guardó relación con el incremento en ventas. Adicionalmente, en el periodo siguiente (2016 a 2017), las ventas revirtieron a su nivel anterior. Los socios aplicaron una disminución en los gastos fijos, pero esta no pudo ser los suficientemente extensa como para compensar la disminución en los ingresos. Esta situación ocasionó la necesidad de financiamiento extraordinario a través de proveedores, alargando de manera importante el periodo de pago de cuentas por pagar e incremento en financiamiento privado de corto plazo. Es fácil incrementar los gastos, pero por lo general es mucho más difícil poder reducirlos.

 

Es importante entender que una empresa, es una persona jurídica independiente de sus accionistas (“dueños”). En un sentido, la empresa tiene “vida propia” y debería administrarse como un ente separado de los accionistas que conforman el capital de esta. No necesariamente lo que es bueno para los accionistas en el corto plazo, sea bueno para la empresa o aun para los mismos accionistas en el mediano plazo. En este caso, los accionistas extrajeron un valor en exceso a través del incremento de los gastos fijos, el cual la empresa no podía sostener en el mediano plazo, en detrimento de la propia empresa y finalmente de valor de las acciones de la compañía.

 

El deterioro en la liquidez de la empresa producto de la pérdida de su rentabilidad, la llevó a tener la necesidad de buscar fuentes alternas de financiamiento y es en este punto en el que como una posible salida, se empieza a explorar la opción de que un tercero pueda realizar una inversión de capital dentro del negocio. Es en una condición compleja y una posición de clara debilidad en la cuál los socios buscaron esta alternativa. Para un posible inversionista es una situación altamente riesgosa. ¿las ventas continuarán cayendo aún más? ¿Será posible atender adecuadamente la deuda actual? ¿Cuál es la calidad de la relación actual con los proveedores? ¿Es posible aplicar una reestructuración de los gastos que permita recuperar la rentabilidad? Todas estas son preguntas muy difíciles de contestar.

 

Finalmente, la percepción de riesgo del posible inversionista y el alto nivel de endeudamiento lo llevaron a realizar una oferta sumamente reducida por las acciones de la empresa.  Esta oferta fue rechazada por los socios actuales por la sencilla razón que no satisfacía las expectativas de valor de la empresa que ellos tenían. La empresa continúa enfrentando sus problemas de liquidez sin una solución que se pueda avizorar en el horizonte. El pronóstico en esta condición es reservado.